viernes, 28 de marzo de 2014

Lejanía perdida en ese palacio,
horizonte fugado de aquella cárcel,
llanura sembrada con roja sangre de almas.
Ahogada en un mar profundo de negros soles
te espero.
Olas de furor que se rebelan al atardecer.
Brisa de lágrimas perdidas en la arena,
sal de lirios benditos atados al coral.
En un tiempo sin retorno posible: yo,
por el viento deshojada,
vuelvo. Cuna de mi respiración.
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Escondía su terror tras
el visillo de su habitación.
Guardaba los honores de su existencia diaria.
Recelosa vigilaba las paredes que la ahogaban.
De impaciencia moría cuando la noche llegaba
y teñía de morado y vivos reflejos
los juguetes polvorientos y las grises paredes.
¿De qué color son sus cabellos?
No vivió.
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Volviose todo gris en un momento.
En las entrañas, argos péndulos giraban.
Cerrábanse las puertas y el olvido se perdía,
sólo cantos de sirena crujían en el salón
que golpeaba la lluvia con piel de seda.
Las caricias vestían, la niebla cegaba
camuflados de imágenes a los ladrones hialinos.

Los maduros recuerdos amontonaban espectros,
retratos con aroma y olor a leño;
a escondidas, la nítida emoción se hurtaba la miraba
y en cada tizón la forma cobra vida
y sentido en la llama de la sombra.

Y el tiempo que antaño perseguías,
yo lo encontré.
Entre los minutos escritos,
entre el dulce sabor de la vida
que duerme el cálido pesar el adiós.
Yo lo encontré,
perdido entre las brumas de la noche,
agazapado en el pico de un clavel.
Sí, lo encontré.
Acariciando cual manatial suave
la cristalina lámina del mar,
respirando al paso de las hojas, muriendo al cierre de la vida.

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Su lánguida huida de fugitivo
por los angostos corredores
resquebrajó en pedazos el linóleo
de la blanca seda que lo cubría.
El cosquilleo de su ardiente quemazón
que serenaba la caduca estancia
se extinguió súbitamente ante mi
a las ocho horas y treinta y cinco minutos.
La congoja no brotó del océano
ni sobrevino con la cascada de
sueños, rodó por el suelo, ajado.
Y después,
la insignificancia asimétrica de la prórroga.

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Puso su silla blanca a rayas estáticas doradas mate,
al rey no le ocurrió antes que fuera a juego con la mesa blanca.

Puso su silla roja a topos maderosos de esparto,
y no había mesa roja de adorno cuando gritó el espanto.

Una rata verde en su ombligo asomaba su bola de cera,
detrás de la melena.

Blancasillarojamesarataverde
¿dónde está?

Ha desaparecido con la rosa marchita,
el pájaro olvidado y la marea.
¿Volverá?

No sé,
no estaré aquí para verlo,
en mi silla azul con mi mesa rota.

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Lloró
porque no tenía gasolina y sólo comentó:
"¿Qué película hay en el cine?"
Sabía que te irías,
que desaparecerías sin escribir.
No hay preguntas,
no hay poesía,
no estoy yo, no.
El reloj se atrasa cada día un minuto.

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Llevaban en su caminar el fardo de la espera,
la vencida mugre con la que
el mundo imaginaban.
Tenían en sus venas la siesta,
el júbilo y la raza del asfalto,
aquella que no teme al mundo
aún cuando crepita en el instante.
Tenían la piel como el barro
pegada al cepo y al castigo;
entre los vanos y los muros de adobe,
la sinfonía, peregrina, infinita
donde los alientos tejen
con pinceles y un dolor amortiguado,
el bostezo temprano en los huesos del cerrojo.

Pero hoy sólo queda la calle,
invadida por los muebles y los despojos y los orines y
las bruñidas cúpulas de oro
y el cíclico girar del minutero
en el taxi, vacío.
"Ya no es como antes"
Hay orgullo, evaporada y absurda primavera
en la azotea
mientras el rastrojo alienta la caída del centeno.
Se preguntan,
en las tardes amargas del pálido estio,
cuando regresa el abismo.
_____

Y nos celamos avaros ante el antifaz,
cuando la armonía de aquellas pálidas columnas
nostálgicas en el horizonte que
todavía les conducen a caminos
tamizados de teseos y ateneas,
¿no será el calor el que retrasa la muerte?
¿el que inunca el antiguo sofoco, las venas y las musas?

El éxtasis del labrado recuerdo
languidece ante la nítida voz
del amor sideral que con rumor
candoroso
aún dormita al pie del Partenón.

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En el hondo silencio de mi calle la fábula calla.
Como un monólogo oscuro y dulce
donde el remordimiento ondula
en la llanura de tumbas sembradas.

Melancólica es la diosa entre los muros
cuando el jazmín se retrasa
y oscilante contempla helénica
el ciprés des Fried-hofes.

La noche cae honda en el manatial
sin el remordimiento ni el monólogo
mientras el jazmin y el otoño mueren
en la cicatriz de Ofelia.

_____

Larga es la historia y fiebre me da el retorno
calmado al coágulo de mi vida.
Pregunté por el ansia, la tormenta, la postura del agua
sobre el cinc oxidado,
pero el gozo del arpa espolotea prisionero
al tacto, sin pulso.

Acuchillo una respuesta,
una pócima harapienta,
busco mi mano en mi cuerpo,
mas el sinsensato aliento me humilla
y el orgullo se evapora peregrino.

En un mundo caído,
tejo la cintura náufraga en la nulidad
de la respuesta.

_______

Me falta el aire
me ahogo
no respiro

se acaba

una gota de sudor se asoma por un poro de mi frente
pero no es aire, es agua

intento atrapar todo el oxígeno de mi alrededor
pero no puedo

suspiro, bostezo, me estiro
pero no hay suficiente

los pulmones van a explotar
como un globo que no puede crecer más

me falta el aire
me ahogo

necesito volar pero no tengo alas
necesito correr pero las piernas pesan mucho
necesito saltar pero el suelo me atrapa
necesito chillar y no tengo aire

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Tus manos recorren mi cuerpo buscando colarse por mi piel
y yo solo recuerdo
otras manos y otros besos y otros cuerpos
que me distraen entre las sombras de la noche.

Otros besos dulces húmedos carnosos
otros cuerpos suaves etéreos curvados
me estremecen doblegan duelen

Sigues aquí
yo estoy allí

Quisiera volver y estar en los dos sitios a la vez

Esos cuerpos y esos besos se fueron hace mucho,
sin despedirse, y se llevaron su olor, su voz;
solamente me queda una imagen borrosa
que pierdo cada vez que te encuentro.